jueves, marzo 27, 2014

Presentación de "Una sucesión de amaneceres imprevistos" en Libertad, 8 con Pancho Varona, Lichis, Pablo Ager, Tucan Morgan, Kika de Castro y Víctor Alfaro


Bueno, pues después de meses de cuadrar agendas y buscar el momento idóneo, ya puedo por fin anunciar la presentación de un libro que empezó llamándose "Gente rara", que pasó a llamarse "La crisis" después de una experiencia canaria en 2008, cuando aún no era un término manoseado y abusado, y que finalmente se llamará "Una sucesión de amaneceres imprevistos", título tomado de una de las frases que aparecen en el primer relato.

Haremos dos presentaciones: una literaria, con Manuel Jabois y Jorge Díaz, y otra musical, como me gusta a mí, como hice ya con "Pequeños objetivos" o con "Cuando las cosas dejaron de tener sentido". De hecho, vamos a empezar con un recital-concierto el viernes 4 de abril a las 20,30 horas en Libertad, 8. ¿En qué consiste un "recital-concierto"? Bueno, pues habrá una parte más estándar de presentación y lectura de textos conmigo, Víctor Alfaro y Kika de Castro y en medio tendremos a un elenco de lujo tocando un par de canciones que tengan que ver con lo que acabamos de leer.

¿Quiénes son esos músicos? Pues ni más ni menos que Pancho Varona, Lichis, Pablo Ager y Tucan Morgan. La suerte que tengo de que los cuatro sean mis amigos, mi familia, es enorme. Jorge Díaz siempre se mete conmigo porque meto canciones en mis libros pero es que no puedo entender la vida sin música y desde luego no puedo entender mi literatura sin la inspiración de las canciones. Como ya saben qué esperar de los músicos porque conocen sus canciones y si no las pueden buscar fácilmente por Spotify y similares, voy a explicarles un poco de qué va el libro, editado gracias a la confianza extrema de Jorge Vales y toda la gente de Lapsus Calami, cada uno de los relatos que lo componen, sin ser demasiado pesado porque no es mi estilo:

- Amaneceres imprevistos.- Se me ocurrió antes de la gira de promoción de la última novela de Bret Easton Ellis y luego me di cuenta de que podía haber cuadrado con esa gira. Un escritor con fama de "enfant terrible", que tuvo éxito y talento en su juventud pero que, ahora, pasados los 40, anda escaso de ambas cosas. La editorial tiene que amortizar su contrato y le sigue vendiendo y los medios siguen comprando pero sin saber muy bien qué compran. Viajes, divorcios, periodistas que no saben de qué va el libro y la creciente sensación de que a nadie le importa en realidad. Persona y personaje, ya saben, uno de mis temas favoritos.

- Siempre es bueno necesitar a alguien.- El origen supongo que está en mis tiempos en El Semanal Digital, trabajando horas y horas delante del ordenador y a la vez conectado con todo el mundo. La rabiosa actualidad contada desde el dormitorio, medio legañoso, vendiendo basura, que es lo que la gente quería consumir. Luego se me ocurrió la posibilidad de una charla entre dos ex compañeros: uno, más joven, sigue en su medio "tradicional" con un periodismo de calidad, el otro, mayor, inadaptado, sobrevive en un medio digital cobrando la mitad, conectándose a Bwin cada media hora para ver cómo van sus apuestas e inventándose historias para poder tener visitas y que no le despidan. Mientras, en esa casa donde hablan, la realidad se cuela de vez en cuando y no es una realidad agradable...

- El otro.- En 2005 pasé unos días en un precioso pueblo de Galicia. Uno de esos pueblos de Galicia que arde salvajemente en verano. Éramos un grupo de gente con inquietudes culturales, por utilizar el tópico: una pintora, una compositora de Berklee y un aspirante a escritor. Sin embargo, nosotros no queríamos crear nada allí, solo pasar el verano y hacernos compañía. Jugar al parchís. Todo muy decadente. Cogí más o menos ese ambiente y lo llevé a un grupo de viejos amigos, aburridos, que ven el monte quemarse mientras se destruyen unos a otros y escriben relatos sobre gente que se atreve a hacer cosas, un poco como Francis Macomber en  el relato de Hemingway. Gente que se atreve a hacer cosas, aunque sean terribles. Lo que sea. Algo que no sea la tristeza de la monotonía de la lluvia de ceniza sobre las gallinas.

- La crisis.- Este es el relato que iba a dar nombre a la colección en 2009, cuando Páginas de Espuma se interesó en la publicación e incluso llegamos a reunirnos Juan Casamayor y yo para acabar en nada. En esa reunión, Juan me dijo: "Este libro merece ser publicado" y ese empujón me ha ayudado a seguir luchando todos estos años. El relato en cuestión se ambienta en un festival de cine de Fuerteventura y es un western. Algo complejo, pero un western. Y da miedo, o lo pretende. Una isla que es un inmenso paisaje lunar, un triángulo amoroso, un tipo que está al borde de perder la cabeza y una urbanización fantasma en medio de las dunas y la lluvia.

- Llamadas perdidas.- Siempre meto una historia en la que el lector no sabe lo que está pasando y puede que no lo sepa nunca pero se lo pasa bien. Lo importante es que se lo pase bien. Un músico venido a menos -el hilo común de este libro es la decadencia y la huida o la tentación de la huida como respuesta a esa decadencia- que intenta convencer a una chica con la que tuvo algo de que se vaya a vivir con él. Solo que la chica no quiere irse a vivir con él, prefiere quedarse a vivir con su novio, algo comprensible, en principio... si no fuera porque a veces parece que sí quiere. O que al menos el juego de querer y no querer es tan bonito que merece la pena.

- Autocrítica.- Le puse el nombre por la canción de Vetusta Morla. Me parecía una buena manera de empezar algo aunque al final decidí que sería una buena manera de cerrar algo. Es un delirio. El monólogo interior de un experto en "coaching" que se ve atrapado por los compromisos editoriales e intenta huir de sus propias conferencias. La ilusión de poder vivir de la fama y a la vez prescindir de la fama. Hasta cierto punto, tiene un parecido con el protagonista de "Amaneceres imprevistos", puede que ese tipo del primer capítulo, diez años después, completamente desquiciado y dedicado a los libros de autoayuda, acabara ocupando esa habitación de hotel.

En fin, poco más, que la entrada es gratuita, por supuesto, basta con ir a la hora, o antes, y ya disfrutar de las lecturas y de la música de primer nivel. Me hará una enorme ilusión verles allí.