domingo, julio 06, 2014

Luces de neón



Fer Heads y yo en la parte de abajo del Colonial. "Está vacía", nos avisan Álex y Rafa antes de coger las copas y bajar las escaleras, pero eso es exactamente lo que queremos, una sala vacía donde poder hablar y ponernos nostálgicos. En los altavoces suena "El secreto de las tortugas", de Maldita Nerea, una canción que me gusta sin poder dar una explicación sensata al respecto. Fer ha pedido un ron especial porque siempre ha sido muy generoso con las recomendaciones y yo pido un JB con Coca-Cola pese a todo: pese al estrés, el estómago revuelto, los retortijones...

Es madrugada del jueves al viernes. Vengo de la radio y voy a la radio. El Niño Bonito se ha quedado en casa con su madre y con su abuela y yo me he lanzado directamente a la bebida. Es probable que lo haga más veces; el martes, sin ir más lejos, cuando volvimos del hospital me di a la tortilla de patata sin misericordia, como un yonqui hambriento. No está siendo fácil, eso es todo, y el niño no tiene la culpa y mucho menos la madre, que hace lo que puede por cuidar de los dos y de sí misma, pero fácil no está siendo y esto ya va más allá de la comunicatividad, es un Defcon Uno en toda regla. Mi casa convertida en un campo de batalla con ruido de misiles cayendo generalmente sobre el cambiador.

En fin, volvemos, Fer Heads y yo en el Colonial y cuando uno entra en el Colonial, nueve años después, sigue teniendo esa sensación de estar en un sitio especial. Un sitio que te cambia la vida es un sitio al que le tienes que estar agradecido siempre, y a mí me gustaría que lo supieran, que gracias, que a lo mejor me paso un año sin ir, pero gracias. La última vez, de hecho, creo que me despedía de soltero y ahora, aquí estoy, estrenándome de padre.

Lo curioso del caso es que cuando Fer y yo nos ponemos nostálgicos lo que recordamos es otra cosa, una cosa que tiene que ver con el Colonial pero de manera tangencial. Lo que vino después de la explosión. La inercia, si quieren, pero vaya inercia, qué velocidad... Fer apenas recuerda de 2005 a 2007 aunque estuvo mucho más de lo que él cree y yo lo recuerdo con alegría excepto cuando me parten la cara, que no me hace ni puta gracia, menos mientras intento esquivar balas, pero lo que los dos recordamos con entusiasmo, con un entusiasmo que nos desborda la cara, incluso una cara cansada de dos de la mañana, es aquella locura de 2007 a 2009, hasta que la Chica Portada se fue del país y yo enfermé.

La locura sin juicio de la primera copa en el Colonial, la segunda y la tercera en el Top of the Pops y a partir de ahí lo que fuera en la planta de abajo del Honky: de Arcade Fire a Bloc Party a Casabian a Stereophonics. Cuando cada canción significaba algo y ahí estábamos los cuatro, porque esta es una historia de satélites pero sobre todo es una historia de estrellas: el "Big Three" y su veterano entrenador, sin edad ya para arrastrarse por las pistas. Cada noche había dejado de ser imprevisible y había pasado simplemente a ser divertida. ¿Ustedes saben lo que es eso? ¿365 noches de diversión sin juicios, sin intrigas, sin frustraciones?

Por supuesto, Fer y yo queríamos ligar con la Chica Selectiva y la Chica Portada. ¿Quién no hubiera querido? Eran preciosas y sencillamente encantadoras. Pero aceptamos nuestro eterno "no pudo ser" con una elegancia tremenda. La misma que mostraron ellas en sus rechazos. Así que lo que nos quedaba era la música y un juego que no iba a llevar a ninguna parte, que es el juego más divertido. Nos abrazábamos y cerrábamos los ojos y nos prometíamos cosas que a veces pienso que no cumplimos y otras veces pienso que estuvimos tan cerca de cumplir que deberíamos sentirnos orgullosos.

Estábamos muy perdidos. Sé que al menos uno de los cuatro dirá que no, pero yo la sensación que tenía entonces era que aquello funcionaba porque estábamos muy perdidos y necesitábamos tres guías para que no fueran treinta.

En fin, eso fue hace mucho tiempo y cualquier día nos junta María Teresa Campos en plató para recordarlo junto al Torito, pero supongo que es bonito volver a ello y a la vez es imposible no echarlo de menos. De una manera abstracta, claro, porque es lo que digo siempre: las noches sublimes eran sublimes, chocolate con churros en San Ginés con fotógrafas que se parecían a Inma del Moral, pero las dolorosas eran terribles y eso no puede olvidarse bajo ningún concepto. Ahora queda el reto de combinar el recuerdo con la realidad y no sentirse un poco atrapado. Para ello, obviamente, sería necesario dormir más, que el Niño Bonito se calmara un poco -no es su culpa, lo sé, no es su culpa- y que así la Chica Diploma y yo pudiéramos continuar nuestra Luna de Miel aunque fuera un año más tarde.

Porque, ya se lo dije a Fer, que todo está muy bien si a los 34 años se te cruza la Chica Diploma en tu vida. Si no, la cosa pierde bastante sentido.