miércoles, julio 16, 2014

Paper planes


Es una mañana dura. Tan dura que cuando me encuentro frente al vídeo de M.I.A. me acabo echando a llorar, especialmente en la parte del post-estribillo, por así llamarlo, la de "Some, some, some, I some I murder, some I some I let go". He dormido mucho pero estoy agotado. El niño acaba de mearme en el brazo, aunque la verdad es que cada día se porta mejor. Quizá el problema después de todo esté ahí, en la falta de urgencia. Cuando un niño llora todo el rato no tienes mucho tiempo para pensar, lo único que puedes hacer es volcarte para que se calle, para que esté más relajado, para aliviar cualquier dolor...

Lo complicado, como siempre, son los puntos medios. Cuando crees que todo ha pasado pero solo ha pasado la mitad y eso si llega. Así, terminas preparando un guion para la radio sobre el Festival de Benicassim y te encuentras con la canción que tenías en tu móvil durante los años raros, la canción que terminaba la novela que escribiste con una pasión imposible y que nadie ha querido publicar. Entonces te vienes abajo y yo creo que es normal, le ha pasado a todo el mundo en algún momento: la sensación de que tus hijos, tus obras, merecen más consideración de la que tienen, sea eso verdad o mentira, que no viene en absoluto al caso.

Aquella novela se llamaba "La estética del francotirador" y es un puñal más que una espina clavada. Vivimos tiempos extraños. Tiempos en los que no solo trabajas por dos duros sino que algunas facturas ni te las pagan y tienes la sensación de que ya con que te contestaran una llamada, un email o un mensaje de texto la cosa estaría bien. Odio las esperas y desde luego odio que me hagan esperar, por mucho que sepa que es inevitable. Ayer le decía a la Chica Diploma -a ella y a quien quisiera oírme porque ya digo que ayer fue un día tela- que lo peor no era acostar al niño a las dos de la mañana después de conseguir que dejara de llorar y cerrara tranquilo los ojos, lo peor era saber que te ibas a despertar al día siguiente con el niño llorando otra vez.

El desgaste.

Luego quedan las inseguridades que se mezclan con el sueño y el cansancio y se traducen en la cantidad citada de preguntas sin respuesta, emails nunca contestados. Mi madre me escribe desde el norte y me dice que le está encantando Pablo Gutiérrez. No me extraña porque Pablo es un autor maravilloso y eso deprime aún más, porque, sí, yo me quejo por todos los mediocres trepas que han hecho pandillita y han conseguido un puesto que en mi soberbia arrogo para mí, pero ¿qué cara se me queda cuando veo el enorme talento de Pablo o de tantos que escriben muchísimo mejor que yo y no tienen tampoco la oportunidad de ganarse la vida con esto? Es complicado y siempre lo ha sido, pero ahora el ego es mío y estar fuera de la carrera causa ansiedad por mucho que sea una carrera de ratas.