miércoles, agosto 27, 2014

Reservas 651


Rose of Sharon me dijo en Sitges que yo era la razón por la que ella iba a trabajar. No sé muy bien el contexto porque no viene en el relato que he encontrado, el que resume los tres días que pasamos en Barcelona y aledaños hace once años y medio. Rose of Sharon desde luego era una de las razones por las que yo iba a trabajar y aquella fue una historia preciosa quizá porque nunca fue una historia de amor y cuesta mucho pensar por qué demonios nos separamos durante tanto tiempo aunque supongo que mi torpeza tendría mucho que ver.

Ahora, Rosasharn tiene una hija y yo tengo un hijo. Les separan dos o tres semanas, no recuerdo bien. Incluso M. tiene una hija, nacida justo el día que nació ella, en noviembre de 2013. Estamos más cerca de los 40 que de los 30 y tiene toda la lógica del mundo que nos estemos dando prisa, pero cuando uno se pone a repasar los emails de aquellos años no puede evitar recordar qué hermosos éramos, qué completamente perdidos y peligrosos y cuánto nos queríamos de manera entregada.

Por lo demás, T. leía mis relatos -hoy en día me da una vergüenza enorme que siquiera lea mis libros, supongo que madurar es aprender a avergonzarse- y la mayoría le parecían bien. Habían pasado dos años y medio desde que lo habíamos dejado y decía "conocerme demasiado bien", cosa que, por supuesto, era verdad y que también se perdió, de una manera mucho más lógica. Mi equipo de baloncesto municipal ganaba sin parar y Jayo me escribía cosas preciosas antes de que discutiéramos horriblemente sin recordar tampoco cómo.

Esa es la vida, supongo, una colección de olvidos. Es una pena, le digo a la Chica Diploma, porque lo malo solemos recordarlo siempre -yo no necesito un email de L. viniéndome a decir que era un miserable para saber que fui un miserable- pero lo anecdótico, lo que damos por hecho, lo que no tiene valor porque está ahí y quién va a quitárnoslo es lo que con los años acaba desapareciendo. 

Yo siempre he dicho que vivo con dos, incluso cuatro años de retraso, y que por eso me cuesta vivir el momento una barbaridad. Ahora estoy empezando a entender cosas de 2010 y eso es bueno porque nos acercamos al momento en que conocí a mi mujer y la madre de mi hijo. Habrá a quien le parezca insano, a mí me parece divertidísimo, siempre que no se convierta en algo enfermizo, como el hombre aquel de "Días extraños" que se metía en la realidad virtual todas las tardes para recordar cuando era feliz con Juliette Lewis.

Como si ser feliz con Juliette Lewis fuera remotamente fácil.

Una mañana complicada y una tarde sorprendentemente sencilla, con trabajo incluido. Necesito trabajar y sentirme útil, eso le pasa a todo el mundo. Adrenalina. Ayer le decía a Sofía que quizá lo que echaba de menos era la borrachera de whisky y el verbo fácil. Últimamente el verbo se hace espeso y esquivo, como el capítulo ese en el que Homer Simpson encarga una cinta de autoayuda y le mandan por error una de mejora del vocabulario. Esa cosa que "ñam, y a comer".

La Chica Diploma dice que no, que no lo necesito y por supuesto tiene razón. ¿Saben una cosa que me gustaría? Que el Niño Bonito tuviera ya dieciséis años y fuera un pieza y yo pudiera adoctrinarle en la difícil tarea de ser un pieza y no morir en el intento. El problema es que cuando pienso eso, no puedo obviar que cuando él tenga de verdad dieciséis años yo tendré cincuenta y tres y vete a saber si me acuerdo de algo y qué lecciones le doy.

Acaba agosto y septiembre acecha con proyectos. Eso siempre es bueno. El niño ha pasado una mañana horrible y una tarde descansada. Como su padre, vaya. Poco a poco, estoy seguro, las cosas se pondrán en su sitio, y si tenéis algo bonito que decirme, hacedlo por escrito, por favor, así dentro de once años podré valorarlo.