martes, octubre 07, 2014

Exhausted

Durante el programa de Julia Otero entra en antena un enfermero para decir que los equipos de protección con los que trabajan son estándar y que da lo mismo si mides 1,50 o si mides 1,80, si te queda corto o te impide moverte. Si te quejas, te dicen "es lo que hay" y te invitan a irte. Yo no sé si esto es verdad porque hablamos de un programa en el que la experta en protocolos médicos es Lucía Etxeberría y la presentadora cree que todo es culpa de los países occidentales, esa culpa intrínseca, ya saben, anterior a cualquier juicio, pero me parece creíble porque este país lleva funcionando así años en otras cosas, ¿por qué no lo va a hacer en esto?

Las prisas y la chapuza y el ir tirando y el si así no te gusta, ya sabes dónde está la puerta. En serio, nos lo conocemos de memoria. Yo sé que ustedes están cansados ya del tema y de la indignación, pero la verdad es que no es para menos. Tanta inutilidad tenía que tener su precio. Dice mi madre que ella no está especialmente preocupada y la verdad es que yo tampoco, supongo que porque somos personas racionales de las que piensan que es imposible que deternminadas cosas no estén controladas. Ahora bien, si dejo a un lado la sensatez y me aferro a los hechos, motivos para la confianza tengo los justos.

A mí, lo del ébola me inquieta solo si pienso en mi hijo. Supongo que la paternidad es exactamente eso: afrontar cualquier peligro como una gilipollez para uno mismo y afrontar cualquier gilipollez como un peligro para tu hijo.

Él, por su parte, parece tranquilo con el tema. Va a toda velocidad a por los cuatro meses y lo ha celebrado con su primer biberón. La paternidad también es pasarte el día agotado de punta a punta de Madrid y pensar en cómo le vas a hacer saltar en el sofá cuando llegues a casa, cómo le vas a poner boca arriba cada vez que llore desesperado porque él mismo se ha puesto boca abajo.

Esta mañana hablaba con Jesús sobre los miedos a hacerle crecer en otra ciudad. Ahora mismo, lo que más me une a Madrid es esa inseguridad acerca de su futuro. No el nuestro, ese lo doy por hecho, sino el suyo. Que las zancadillas sean al menos las conocidas. Por otro lado, la idea de huir de aquí, a otro país quizá, otra cultura, otra estructura de mando... sigue resultando atractiva. Pero, para eso, y empieza a preocuparme, tendría que desaparecer el agotamiento.