miércoles, noviembre 12, 2014

School



Las "pellas". Ni siquiera sé cómo escribirlo. ¿Son "pellas" o "peyas"? Yo me quedo con lo primero. La enorme satisfacción de las pellas, ese limbo. La relajación de no tener nada que hacer más que disfrutar y saber a la vez que has conseguido huir de algo. En el parque que junta Tomás Bretón con la entrada al Museo del Ferrocarril hay tres adolescentes sentados en un banco, con sus mochilas. Son casi las diez de la mañana y obviamente no deberían estar ahí.

De repente, ven un coche de policía que se para en un centro de salud cercano y se ponen nerviosos. "Somos subnormales, tú", dice la chica, y poco a poco, sin hacer ruido, recogen todo y se van de ahí no vaya a ser que algún agente les mande directamente al instituto, cosa que sinceramente desconozco si se puede hacer.

En el Ramiro no había policía que temer porque las pellas se hacían dentro del propio colegio, bajando al patio a comer pipas o a jugar al baloncesto. En la cantina, con Geni, tomando un par de donuts. Charlando con chicas en alguna escalera. Éramos tantos y los profesores faltaban tan a menudo que era imposible saber si te habías escapado o estabas aprovechando el hueco de la clase libre. Lo peor que podía pasar era que te pillara el jefe de estudios y te echara una bronca, pero el jefe de estudios era Chema, joder, el de Historia, con su pinta de licenciado Brubaker y su carnet del PSOE.

Mientras no salieras del recinto, y eso se les puso entre ceja y ceja ya en 1994, estabas a salvo. Era una sensación fascinante.

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Estoy algo abrumado con mi libro sobre Real Madrid y Estudiantes. Algo atascado y en un punto peligroso: sé demasiadas cosas como para hacer un libro liviano y demasiadas pocas como para hacer una especie de enciclopedia de la rivalidad. Peor aún: conforme avanza la investigación, más fascinante me parece la historia del Real Madrid, sus finales de Copa de Europa, Bob Morse luchando contra Walter Sczerbiak. El Estudiantes, mientras, encerrado en el día de la marmota: los valores, la cantera, formar personas y no jugadores... no sé si eso me va a dar para tantas páginas sin un triste título que llevarse a la boca.

Todo invita a pensar que el libro empezará con Herreros. El empeño de Ferrándiz y las presiones incluso de Pedro Antonio Martín Marín, fanático madridista que fue nombrado Secretario de Estado para el Deporte cuando las negociaciones del traspaso. La sensación de que sí, era lógico que Alberto se fuera a ganar más dinero y más títulos pero que de alguna manera nos estaban avasallando. La historia de sesenta años de pez grande comiéndose al chico, incluso la desdramatización del asunto... siempre que la merienda tuviera un mínimo de estilo.

Y a partir de ahí, de ese "In media res" que tanto me gusta", pues lo típico: Antonio Díaz Miguel y los 50, José Ramón Ramos y los 60, Vicente Ramos y los 70, Fernando Martín y los 80 y ya, cuando la competición de verdad, Antúnez, Herreros, Orenga, los hermanos Reyes e incluso la dos perlas de 2004: Sergio Rodríguez y Carlos Suárez. Hay material, lo que no sé es si habrá tiempo ni talento.

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Rosa Díez en Espejo Público. Probablemente sea la única que en rigor lleva razón en lo que dice. Razón legal y democrática. Y, sin embargo, llevar razón legal y democrática en ese entorno la hace parecer una loca. "Extrema derecha", que diría Abadillo. Estoy convencido de que ella sabe que camina por un callejón sin salida pero mejor eso que caminar por una avenida luminosa que dirige a un abismo.