martes, septiembre 01, 2015

Ce n´est pas perdu pour tout le monde



En la calle Fuencarral, tres o cuatro policías reducen a una travesti con la cara manchada de sangre. Agosto en Tribunal, bares cerrados. Las putas se sientan a la salida de los portales como viejos de películas en blanco y negro. Esperando nada. En la ducha, el sonido de fondo es el de "Running to stand still", la parte en la que Bono finge clavarse una jeringuilla -I see the needle and the damage done- y empieza a gritar aleluyas. So she woke up, woke up from where she was lying still, she said: I got to do something about where I´m going.

A veces fiebre y a veces no. Columpios. Doscientos cincuenta capítulos de Peppa Pig, dos terceras partes en español y una tercera parte en inglés, donde Papá Pig parece con diferencia un tipo mucho menos simpático. El médico escucha diez segundos y dice: "Espera, estás en el traumatólogo", el niño duerme mientras hojeamos revistas del corazón o revistas de famoseo, sin más. Chicos y chicas diez fuera de sus series de adolescentes. La Chica Diploma comparte pincho de tortilla, el solomillo está cocido, como carne guisada.

Es la hora del arroz con pollo y la calma. La siesta y el móvil. La televisión por satélite. Llamadas a la salida del SuperSol moviendo el carrito y barricadas en todas las escaleras. El Niño Bonito no solo aprende a dormir sino que aprende a dormir solo, pero cada comida es una lucha a brazo partido. Abracurcix. La manta que tapa los hombros y no los pies, que tapa los pies y no los hombros. Ofertas de trabajo, locutorios cerrados, calor pero menos, caminos de sombra y perros que dicen "am". Montañas de fondo, muchas montañas y en la gasolinera, como siempre, un Magnum.

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Marian Álvarez en la plaza de Legazpi. Han pasado siete años. Ella no se lo cree pero sí, han pasado siete años aunque siempre haya que dejar una puerta abierta al olvido, al encuentro fugaz en una fiesta o un festival perdido. Siete años y en medio mil premios. Al principio, no sé qué decirle porque recordar dónde habías dejado la conversación se hace difícil. Improviso e improviso mal. Vaguedades mientras caminamos junto a Lino rumbo al Matadero. Calor de principios de verano a finales de verano. Todo es normal en ella, no hay nada de actuación, no hay nada de pose. Abusa del acento de Moratalaz como yo de la suavidad aprendida de Malasaña. Buscamos un buen rato hasta que encontramos el sitio: la terraza de la cantina, dos euros la cocacola.

Y luego, sencillamente ocurre: el tiempo se pliega y la distancia y se quita las gafas de sol y la entrevista dura hora y media básicamente porque no es una entrevista sino una charla y no hay jefe de prensa ocupado de limitar los tiempos. Un jefe de prensa es lo que todo el mundo necesita si no quiere aparecer en prensa. Hablamos, por supuesto, de los Pixies y del coche de Emiliano, las canciones que Emiliano cantaba hace treinta años en una cassette de versiones de Brassens mientras las dos actrices, el director y el periodista hacían de testigos entusiastas. Hablo mucho pero ella habla mucho también, así que en eso estamos empate. Luego, al editar, solo habla ella y el mundo parece un lugar mejor.

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De "Mille novecento novantadue" me quedo de momento con la banda sonora, aunque me atrevería a decir que "Everybody hurts" es de 1993, o a mí me recuerda a 1993 y "Set adrift on memory bliss" es de 1991, tiempos aún del Willoughby College. Da igual, probablemente me equivoque porque esas cosas se comprueban antes de emitirlas. El resto, de momento, una promesa. Los noventa. Ya va siendo hora, coño, los noventa y de nuevo Bono clavándose jeringuillas ficticias en Sydney justo antes de que The Edge salga a murmurar "Numb". Todos intentando parecerse a Kurt Cobain y ellos queriendo ser la Velvet Underground. Entrañable Bono con sus falsetes y su disco publicado en pleno verano, condenado al fracaso no vaya a ser que el éxito nos complique la vida.

Cuando quisieron volver al camino correcto les pilló el atasco: Cobain había muerto y todos querían ser los hermanos Gallagher o en su defecto Damon Albarn. Envejecieron diez años de un golpe y allí se quedaron. Creo que los noventa fueron eso, exactamente: un período de envejecimiento radical, donde todo el mundo dejó de ser joven excepto quizá Tom Jones. En cualquier caso eso llegará después. Después de la serie, quiero decir. De momento, quedan Craxi y el juez Falcone y el recuerdo de Milán un 29 de septiembre, puede que 30, mientras la Chica Diploma duerme en un hotel cercano a San Siro, los tifosi llenan el metro y Marian Álvarez, de nuevo Marian Álvarez gana Conchas de Plata.

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Ah, y Sia, claro. "I´m gonna swing from the chandelier, from the chandelier". Con o sin la niña enigmática que perfectamente podría ser valenciana.