lunes, enero 04, 2016

Zidanes sin Pavones



Toda la narrativa Florentino Pérez, o al menos la del primer Florentino Pérez, el empresario de éxito que venía a poner orden en las partidas de póker de Lorenzo Sanz y compañía, se apuntaló gracias al fichaje de Zinedine Zidane. No tenía tanto que ver la calidad del jugador sino la gestión del negocio: aquel mito de la servilleta en blanco en medio de una cena oficial, la mayor muestra de la fascinante seducción de Florentino en los tiempos felices del madridismo, cuando el Barcelona sin Figo y con Gaspart se hacía el harakiri cada mes y solo el Valencia de Rafa Benítez le contestaba con solvencia la liga.

Zidane no solo fue clave para la publicidad del presidente sino también para la imagen del club. Si de algo ha carecido el Real Madrid a lo largo de los años -y es una carencia que tampoco ha escandalizado a nadie ni tendría por qué hacerlo- es de un relato coherente, de una narrativa. El Barcelona, por ejemplo, necesita todo eso como respirar. Necesita entender el porqué del éxito y el porqué del fracaso, necesita al final a un matemático como Guardiola para perfeccionar el juego. El Madrid, no. En el Madrid "el estilo es ganar" y no se andan con historias. Si puede ser en el último minuto y tras remontada, mejor que mejor.

Sin embargo, hubo un intento contra natura de cambiar todo eso y ese intento lo protagonizó Jorge Valdano, por supuesto. A él se debe la famosa expresión de "Zidanes y Pavones" como modelo de club. Fichajes multimillonarios combinados con chavales de la cantera. ¿Les suena la fórmula? La retórica no fue más allá de Glasgow porque a partir de ahí todo se torció y lo que iba a ser humildad y valores se convirtió en galácticos con la llegada de Ronaldo y en cualquier otra cosa con la de Beckham un año más tarde. El absurdo llegó al punto de contratar a Michael Owen por una sola temporada porque había ganado la UEFA con el Liverpool.

No es raro que Florentino, en medio de una crisis deportiva e institucional como no se recuerda desde hace tiempo -quizá desde su último año de la primera época, aquel 2005/06 de los aplausos a Ronaldinho- se agarre a su fetiche. Porque si va a caer, al menos que sea de la mano del que le aupó a lo más alto. Agarrarse de alguna manera a la juventud, a los tiempos dorados, al esplendor en la prensa. Sin un Valdano al lado que dé literatura a las alineaciones es difícil saber por dónde va a tirar el Zidane entrenador. Se habla mucho de su calidad técnica como jugador y de esa manera de moverse por el campo como si su reino no fuera de este mundo pero se evita hablar de su mala leche y su carácter caliente, quizá por no hacerle el juego a Materazzi.

O mucho me equivoco o Zidane no ha ido ahí a pasar el rato. Si se ha decidido a dar el salto ahora, cuando los cocodrilos acechan, es por algo. No le gustaba que le vacilaran en el campo y menos le va a gustar que le vacilen en el banquillo. Si eso será suficiente es imposible saberlo. En realidad los grandes transatlánticos tampoco necesitan grandes capitanes. La única Champions que ha ganado el Madrid en los últimos trece años fue obra y gracia de Ancelotti y su "laissez faire". El Madrid necesita desmelenarse y volver a creer en lo imposible. Zidane, que estuvo en las buenas y estuvo en las muy malas, probablemente sepa encontrar el punto entre orden e instinto.

Lo que estaba claro es que Benítez no iba ni a acercarse.

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Después de repetir varias veces en campaña que no van a investir a Artur Mas como presidente, que eso, poco menos, va contra la esencia de su ideario, Baños renuncia a su acta de diputado porque no sabe cómo defender la decisión de las bases de no investir a Artur Mas como presidente. Cataluña convertida un "WTF?" continuo.

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De los Beatles también hay que quedarse con la narrativa. Es lo que tiene la gran belleza. George Martin y Paul McCartney discutiendo cómo fue la grabación de "Sgt. Pepper´s" o las casi diez horas de "Anthology" que emitió Canal Plus y resulta imposible encontrar ya por internet. La grabación del "Let it be" como gran fracaso. Tal fracaso que quedó como último disco publicado cuando llevaba listo desde 1969, cuando los cuatro se encerraron en un edificio vacío para grabar sus miserias. Las discusiones constantes, la presencia hierática de Yoko Ono, la madurez de George Harrison.

Paul, que no era precisamente un orador pero que tenía mayor instinto que John para lo concreto, definió la situación perfectamente: "Habíamos llegado a ese momento en el que si alguien tocaba mal un acorde, todo se desmoronaba, en plan mi vida es un desastre porque tú has tocado mal un acorde. Aquello no tenía sentido". Siempre he pensado que a Paul le hubiera gustado seguir en los Beatles muchos años más, que el único que lo estaba disfrutando de verdad era él, quizá junto a Ringo. John y George eran demasiado conscientes de su talento como para tirar de un carro vacío.