jueves, octubre 13, 2016

"Gimme shelter" o el placer de ver tu propia autodestrucción en la tele



Hay algo fascinante en "Gimme shelter" que va más allá del concierto de Altamont y todo lo que eso conllevó, tanto musicalmente -impresionante el orgasmo prolongado de Tina Turner en medio del "I´ve been loving you too long"- como socialmente -la cantidad de zombis alucinados hasta arriba de LSD, sonrisa estúpida en la cara, movimientos espasmódicos, miradas perdidas, completamente desnudos caminando hacia no se sabe dónde, quizá alguna estrella de rock- y son las imágenes de los Rolling Stones asistiendo impertérritos a su propio desastre.

Mick Jagger viendo cómo Mick Jagger hace el ridículo, soltando "rubbish" ante su pose de graciosillo en rueda de prensa o quedándose atónito cuando se ve a sí mismo en el escenario, hablando a su público rollo predicador hippie: "Brothers, sisters... let´s cool out, everybody cool out". Están ahí todos, en la sala de montaje, viendo lo que ya habían visto y lo que intuían: las colas de coches, el exceso de drogas, los Ángeles del Infierno haciendo su aparición en sus ruidosas motos y liándose a batazos con todo el que se pusiera delante...

No solo eso, porque ahí podrían lavarse hasta cierto punto las manos -no, llamar a los Ángeles del Infierno no fue una buena idea, pero quién podría haber imaginado...- sino también las imágenes de la preparación exprés del festival: las llamadas desesperadas de última hora para conseguir suficiente terreno para coches, asistentes, músicos... cuando el festival llevaba ya semanas anunciado, los Stones estaban ya en San Francisco y cientos de miles de personas viajaban en su coche a la tierra prometida, es decir, California.

El cinismo. Me quedaría con algo que parece cinismo de banda de rock and roll, de "bueno, esto ha sido horrible, vamos a otra cosa". El ridículo del propio Jagger contorsionándose en el escenario mientras a pocos metros las navajas acaban con todo. El exceso de la estética. Keith Richard empeñado en continuar el ritmo de "Simpathy for the devil" mientras un hombre muere apuñalado en la tercera fila. Esto no va con nosotros.

Por otro lado, hay un rasgo de honestidad, probablemente producto de indiferencia. Está todo ahí, en el documental. Ellos lo organizaron, ellos lo editaron, ellos dieron el visto bueno y ellos lo protagonizaron, tanto dentro de Altamont como fuera. No hay censuras. En tiempos como los actuales en los que todo es artificio y por lo tanto no hay nada que censurar, se agradece encontrarse con algo así.

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El Partido Republicano reniega de Donald Trump. No es ninguna novedad y no sé hasta qué punto eso afecta a sus opciones electorales porque al fin y al cabo, si los votantes republicanos eligieron a Trump en primarias fue precisamente porque tenía a todo su partido ya en contra por entonces . En esencia, Trump es un antisistema y pavonea constantemente de ello. Un multimillonario antisistema, un concepto del odio a la inversa. En la magnífica entrevista que publicaba ayer El Mundo entre Cayetana Álvarez de Toledo y Nicolas Sarkozy se observa una deriva similar. El eslogan de Sarko podría ser: "Make France Great Again" y no pasaría nada.

La apelación al pueblo y al odio del pueblo. Odio a Washington, odio a los inmigrantes, odio a los periodistas, odio a los políticos, odio a los burgueses parisinos, odio a los intelectuales listillos, odio a las cutre-estrellas de televisión. Odio a todo. En la cultura del odio vivimos desde hace al menos un par de décadas -aquí encontrarán varias referencias al respecto y Twitter no ha hecho sino consagrar la tendencia- y Trump no es más ejemplo que cualquier otro político que se niega a ser político, es decir, a intermediar, y se empeña en coquetear con un pueblo que al final no es más que "su" pueblo, es decir, los suyos.

En ese sentido, es probable que algunos de esos "suyos" estuvieran ahí por lealtad al partido. Hablamos de tantas decenas de millones de votantes potenciales que alguno se te tiene que escapar. Sin embargo, el núcleo está ahí, impermeable a todo tipo de lógica y de racionalidad. No ya la falta de interés ante cualquier fact-checking sino el odio visceral al fact-checking, ese diabólico invento de izquierdistas o, en general, de cualquiera ajeno a la tribu.

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Miquel Iceta en la SER: "El PSOE no puede abstenerse ante un gobierno conservador porque hay que mirar más allá del cortísimo plazo y pensar que facilitando ese gobierno, quedaría inhabilitado para hacer oposición". Curiosa concepción de la política, de nuevo. Es decir, todo lo que no sea odio, no vale. En cualquier caso, lo tremendo es que Iceta prefiera abiertamente el medio plazo, es decir, unas terceras elecciones tras las que el PSOE no estuviera inhabilitado "moralmente" para hacer oposición sino que la cuestión fuera directamente aritmética. Honra sin barcos. Siglo XVI.